Voy a acolchar el suelo de debajo de mi cama. Para que mis monstruos estén cómodos.
Al parecer ellos son los únicos reales. Ni Papá Noel, ni el Peréz, ni uno solo de los tres Reyes Magos.
Mejor ni preguntar por las hadas, nos vampiros, fantasmas y demás seres de pesadillas.
Quizá estén todos escondidos en el fondo de un gran armario, detrás de abrigos de piel, en un viejo caserón, en el bosque siniestro de cualquier montaña lejana.
Huyeron de nosotros porque crecimos
y dejamos de creer en ellos. Maduramos y nos traicionamos paso a paso.
Despreciamos a éstos sueños con forma de seres fantásticos, les llamamos falsos.
Y los quemamos en nuestras hogueras
de madurez.
Ser adulto es un asco. Asi que voy a acomodar a mis monstruos debajo de la cama. Son los únicos valientes que se han quedado.