martes, 4 de marzo de 2014

Porque era suya y de nadie más

Para mi todos los días son domingo
y además 28 de diciembre -dice- porque mi vida es una broma pesada
que parece que no acaba nunca.

Le mira y se muerde el labio. Sigue limpiando la barra.

Los domingos también son una putada, preciosa.
Son el día de la maldita resaca
el arrepentimiento del polvo de anoche
el dónde coño están mis llaves
y mis pantalones
Y los de no vuelvo a beber, lo juro.

Pero no te cortes y sírveme otra. Sin hielo. Que para hielo, tus ojos. Preciosa.

-Son marrones, no azules. No hay hielo.

Joder, por fin hablas. Pensé que te habías quedado muda.

Alza una ceja.

Tus ojos pueden ser todo lo marrones que quieras, pero cuando me miras así, ni el whisky me calienta. Están fríos, joder, vacíos de vida. ¿Quién te ha matado, preciosa?

-Si estuviera muerta no estaría aquí ni te habría servido las últimas cuatro copas.

(Ríe.  Mira el vaso lleno de whisky y pega un trago). No estoy tan borracho como para creer que hablo con un fantasma.

Vuelve a limpiar la barra con parsimonia.

Venga, preciosa, deja que me explique.

Se para. Se pone frente a él y me mira. Alza una ceja de nuevo.

Claro que sé que tienes los ojos marrones. Llevo aquí toda la tarde, pero cuando ha empezado tu turno y me has puesto la primera copa, he sabido que eran marrones. Y fríos, tienes los ojos que hielan el alma, preciosa.

Se sienta y le indica con un gesto que continúe.

No digo que estés muerta de verdad, pero la frialdad de esos ojos solo pueden indicar que algún hijo de puta te ha partido el corazón. Te ha dejado morir por dentro. Como una enfermedad. Y por eso miras así, preciosa. Casi da escalofríos mirarte a los ojos.

Se queda quieta y baja la mirada.

-No me llames preciosa,¿por qué lo haces? Y además, ¿cómo alguien como tú puede saber eso de mi?

(Vuelve a reírse y da otro trago más al vaso. Hace una mueca). ¿Alguien como yo? ¿Un borracho cualquiera? Sí,  puede que lo sea. De hecho estoy casi seguro que lo soy, casi tanto como que he acertado de lleno contigo, preciosa..

Le mira con desdén.

¿No te gusta que te llame así, eh? No es por nada en particular. Pero los ojos que me partieron el alma a mi , eran una preciosidad. Desde entonces todas las mujeres con ojos tristes, pasan a llamarse así, "preciosa", no me molesto en aprenderme nombres. Me mató porque era suya. Y de nadie más. Bebo para olvidarla, pero entonces me miro al espejo y veo que mis ojos se han muerto. Y bebo más. Y olvido menos. Y luego has aparecido tú. Con esos ojos. Puede que aguantar un rato más haya merecido la pena.

(Apura el vaso. Lo deja de golpe sobre la barra. La mira sonriendo. Y se desmaya mientras cae al suelo).