domingo, 19 de enero de 2014

Tus días de viento

El problema es que contigo siempre construyo palacios de naipes los días de viento.
Acércate y mira el palacio que te he construido. La reina de corazones se enamoró de un soldado cualquiera. ¿y qué? He visto mayores imposibles cumplirse.
En mi palacio son las princesas las que matan dragones. Son los príncipes los que esperan melancólicos en las torres el regreso de ellas de sus terribles gestas. Princesas genocidas de dragones que lo único que han hecho mal es nacer con el alma de fuego y alas.
.. Alas. ¿Quién las tuviera? Creo que hacen falta más Ícaros en este mundo. Soñar con volar olvidando el suicidio, que es caer con las alas derretidas.
Es caer y caer y caer. Como mis castillos de naipes en tus días de viento.
No entiendo qué problema tiene la gente con el viento. Creo que no hay mayor expresión de libertad que el pelo revuelto gracias a él. Pero eso depende del tamaño de la celda de cada uno, claro.
Bueno, tú sigue con tu viento y déjame a mi las cartas, los castillos, los príncipes, dragones y princesas. Y sobre todo, mis ganas de soñar contigo.

lunes, 13 de enero de 2014

Veo

Veo Madrid y veo gente. Gente y más gente con caras de alfombra. Gente vencida con un desgastado 'bienvenido' pintado en la cara. Falso. Total, ¿quién querría ser bienvenido a una tormenta ajena?
No es que hayamos pasado un invierno, es que el frío de nuestros corazones se ha hecho cuidad.
Y entre tantos rostros de felpudo yo he encontrado un ángel. Tiene la sonrisa del Diablo y su corazón esta enterrado en una isla.
Le gusta la cerveza casi tanto como un buen libro. Le dije 'te quiero' y me abrazó. Me dijo que los ángeles estrellados como él no me podrían querer. Supongo que sí que es verdad que es un poco diablo.
No sabe que esa sonrisa es como el tiro de gracia, el de 'sí, he apuntado, disparado y ahora voy a dejar que te desangres'. Porque me quieres. Así entiende el amor mi ángel.
No entiende que yo podría hacer arden Madrid hasta hacer desaparecer este invierno de todos los corazones de rostros de felpudo. Tampoco entiende que podría recibir mil tiros de su sonrisa por un beso. Lo sé, yo tampoco podría entenderme.
Supongo que al final y al cabo, mi ángel no es tan ángel, puede que no sea ni un chico malo con una sonrisa tentadora.
Lo que sé es que el pecho tengo heridas de sus sonrisas y ningún beso suyo a la vista.

miércoles, 1 de enero de 2014

Se baja el telón. Fin de la función

A veces me siento como si fuera una simple espectadora en un teatro. Una más sentada entre la gente. Viendo representada una historia, mi vida. Lo suficientemente cerca para apreciar los detalles, pero como espectadora, sin formar parte de la función. Con esto quiero decir, que me siento un poco como si nada me importara. Tanto como si en mi teatro se está representando una tragedia o un monologo. Esta función ha durado un año, casi podría que han pasado unas dos mil trece cosas. De algunas me arrepiento. Pero tengo que decir que ha sido un balance positivo. Y que he aprendido mucho. Muchas cosas. He aprendido que Bruselas está más cerca de Madrid de lo que parece. Y que el regalo de navidad puede ser ver a una persona. También que Tenerife está a dos abrazos de distancia, sobre todo con esa sonrisa que tiene Lidia. He aprendido que hay gente que llega y que por su propia fuerza (u orgullo) ella misma se marcha. No te preocupes, de ti solo echo de menos las magdalenas de vainilla. También que hay corazones de ojos verdes que a veces solo hay que recordarles que sigan luchando. Porque han nacido para ello, para luchar. Con Kike he aprendido que todo el cariño del mundo se puede transmitir con un beso en la frente. De Laura, que lo bueno siempre llega, porque ella llegó; a mi. Aunque me gusta pensar que yo iba a la deriva y ella me recogió. Gracias a Cachi y a Jorge he aprendido que los tabús son para gente tímida, que la vida hay que vivirla y si es a lo loco, mejor. Ahora también sé que la locura lleva la sonrisa de Sara. Y que no se desgasta por (d)años que pasen. Iván me ha enseñado que en absolutamente todo se esconde algo de humor. Y que hay que saber encontrarlo. He aprendido que hay hermanas que no son de sangre y que se esconden en Elche. Que en Sevilla se esconde un amante del cine y de la revolución. He aprendido que hay madrileñas exiliadas en Galicia a las que echar de menos. Y un gallego que me enseña que a veces, echar de más a ciertas personas, no es malo. He aprendido que la dulzura se puede unir a una voz bonita y esconderse por Badajoz. Nieves me enseña que hay que saber quererse y querer, querer mucho. Y de los lazos de sangre he aprendido, y aún sigo con ello, que esos lazos solo sirven para ahogar. Que mis verdaderos padres son mis abuelos y que no he sabido apreciarlos lo suficiente. He aprendido a ver Madrid con otros ojos. A usar, para reconstruir ruinas, un poco de poesía. A dejarme llevar por los impulsos. Que los mejores viajes son los que van casi improvisados y con prisas desde las siete de la mañana. Que si tengo que volver a algún lugar es a Fuengirola. He aprendido que la nostalgia es un golpe en el pecho difícil de explicar. Que se puede echar de menos abrazos de gente que está lejísimos y que quizás no vaya a ver nunca. Como espectadora de mi vida he visto mucho, he sonreído mucho y llorado algo menos. Pero he aprendido. Y con ello(s) me quedo.