jueves, 15 de mayo de 2014

Ajenos

El problema es
cuando
la piedra con la que se suele tropezar,
la llevamos atada al cuello.
Afixiándonos.
Como un recordatorio permanente
de nuestros fracasos.
Supongo que el amor es un poco así:
Coger la piedra del otro
y colgarnósla al cuello.
Dejar que el otro haga lo mismo
y que toque nuestras piedras.
Juegue con nuestros monstruos,
les haga el amor
y les deje tirados en el quinto orgasmo
de sus mil y una noches debajo de nuestra cama.

Luego cogemos la piedra del otro,
admirarla,
y apretar tan fuerte entre las manos
que todos los diamantes sientan celos.
Ponerla en los lugares más bonitos
de nuestro cuerpo.
Tirárnosla sin esconder las manos.
Y acabar mostrando con orgullo la soga,
la piedra
y los monstruos.
Qué morbosidad encontramos en los  problemas ajenos.

Pero llegará un día que veamos la piedra del otro y digamos
"Joder, que me afixia
y cómo roza la soga.
Y esos monstruos me dan el mismo miedo que a ti".
Y queramos correr lejos
a reconciliarnos con nuestros fantasmas,
para decirles que es la última vez,
que no habrá más piedras,
más monstruos ajenos,
no más orgasmos mañaneros.

Y entonces ellos,
nuestros monstruos,
se sienten tranquilamente,
nos aprieten bien la soga al cuello
(No haya a ser que podamos respirar bien)
Y nos digan:
"Tranquilo, tú querrás más piedras ajenas,
más monstruos de otros,
pero nosotros estaremos siempre aquí
para apretarte bien la soga,
no queremos que te olvides de tus fracasos".

viernes, 4 de abril de 2014

En el pecho no guardaba nada

Érase una vez.. una cuidad perdida en medio del bosque más perdido de todos. En esta pequeña cuidad, los habitantes tenían una particularidad especial: en el pecho tenían flores.
Todos los habitantes tenían flores que les salían del pecho, flores grandes, pequeñas, flores de todos los colores y de todos los olores. Pero éstas flores también tenían algo especial. Reflejaban emociones. Por ejemplo, cuando alguien estaba triste, las flores de ponían mustias; si estaba alegre, las flores brillaban lozanas.
Justo en medio de aquella cuidad, había una estatua de una muchacha. A simple vista no tenía nada en particular. Pero si uno se fijaba bien, aquella estatua daba escalofríos: en el pecho, donde debía haber flores, no había absolutamente nada. A los pies de la estatua había una leyenda que rezaba así:

Hace mucho mucho tiempo, en esta cuidad vivió una muchacha que le tenía alergia a los sentimientos. Quería por todos los medios posibles, deshacerse de ellos. Así que probó muchas cosas para ello: vivió semanas con los ojos cerrados, pensando que si no veía nada, no sentiría. Pero pronto se dió cuenta de que olía, oía o percibía las cosas, y por tanto, las sentía. Después intentó no volver a salir de casa jamás, pero sentía, soledad, pena, necesidad..
Así que poco a poco, sentía más desesperación, las flores de su pecho se movían inquietas y su alergia iba en aumento.
Un día, presa de un arrebato de desesperación probó a arrancarse una de las flores. Esta flor era de un azul muy intenso, del color del océano. Y sorprendida la muchacha comprobó que ya no podía sentir tristeza, ni pena, ni siquiera lástima o nostalgia. Así pues probó a arrancarse otra de las flores: esta vez fue una de gran flor amarilla con cientos de tonalidades naranjas.. al instante, dejó de sentir alegría, entusiasmo, felicidad.
Pero lo que no advirtió la muchacha, es que poco a poco en el lugar de los sentimientos arrancados iba creciendo un vacío que estaba compuesto de la más absoluta nada.
Así pues, la muchacha alérgica a los sentimos siguió arrancándose flores. Pronto también dejó de sentir odio, esperanza, empatía, sorpresa.. Hasta que solo quedó una flor.
Esta última flor era de un rojo intenso, del color de la sangre. Y era tan bonita que dolía mirarla. Y estaba tan llena de espinas que atraía. Era la del amor. La flor que más alergia le producía a la muchacha y el sentimiento que más le había hecho sufrir. Así que se arrancó esta flor, la destrozó, trituró cada uno de los pétalos. Los hizo polvo. Si hubiera podido sentir alegría en ese momento, la muchacha lo habría sentido, al haber acabado con su propósito.
En ese momento, en vacío que tenía en el pecho se extendió a todo se cuerpo y se asentó en sus ojos. Unos ojos tan llenos de vacío que nadie era capaz de soportar mirarlos.

La leyenda de aquella niña que se arrancó todas las flores, acaba diciendo que aquella niña, creció, se hizo mujer, envejeció y finalmente murió, pero ni siquiera en su último instante de vida, aquella nada que vivía en sus ojos dejó de estar presente. Por eso, esta estatua representa a aquella niña, para recordarnos a todos que nuestras flores puede causar alergia y nuestros sentimientos doler, pero que sin ellos, no somos nada.

martes, 4 de marzo de 2014

Porque era suya y de nadie más

Para mi todos los días son domingo
y además 28 de diciembre -dice- porque mi vida es una broma pesada
que parece que no acaba nunca.

Le mira y se muerde el labio. Sigue limpiando la barra.

Los domingos también son una putada, preciosa.
Son el día de la maldita resaca
el arrepentimiento del polvo de anoche
el dónde coño están mis llaves
y mis pantalones
Y los de no vuelvo a beber, lo juro.

Pero no te cortes y sírveme otra. Sin hielo. Que para hielo, tus ojos. Preciosa.

-Son marrones, no azules. No hay hielo.

Joder, por fin hablas. Pensé que te habías quedado muda.

Alza una ceja.

Tus ojos pueden ser todo lo marrones que quieras, pero cuando me miras así, ni el whisky me calienta. Están fríos, joder, vacíos de vida. ¿Quién te ha matado, preciosa?

-Si estuviera muerta no estaría aquí ni te habría servido las últimas cuatro copas.

(Ríe.  Mira el vaso lleno de whisky y pega un trago). No estoy tan borracho como para creer que hablo con un fantasma.

Vuelve a limpiar la barra con parsimonia.

Venga, preciosa, deja que me explique.

Se para. Se pone frente a él y me mira. Alza una ceja de nuevo.

Claro que sé que tienes los ojos marrones. Llevo aquí toda la tarde, pero cuando ha empezado tu turno y me has puesto la primera copa, he sabido que eran marrones. Y fríos, tienes los ojos que hielan el alma, preciosa.

Se sienta y le indica con un gesto que continúe.

No digo que estés muerta de verdad, pero la frialdad de esos ojos solo pueden indicar que algún hijo de puta te ha partido el corazón. Te ha dejado morir por dentro. Como una enfermedad. Y por eso miras así, preciosa. Casi da escalofríos mirarte a los ojos.

Se queda quieta y baja la mirada.

-No me llames preciosa,¿por qué lo haces? Y además, ¿cómo alguien como tú puede saber eso de mi?

(Vuelve a reírse y da otro trago más al vaso. Hace una mueca). ¿Alguien como yo? ¿Un borracho cualquiera? Sí,  puede que lo sea. De hecho estoy casi seguro que lo soy, casi tanto como que he acertado de lleno contigo, preciosa..

Le mira con desdén.

¿No te gusta que te llame así, eh? No es por nada en particular. Pero los ojos que me partieron el alma a mi , eran una preciosidad. Desde entonces todas las mujeres con ojos tristes, pasan a llamarse así, "preciosa", no me molesto en aprenderme nombres. Me mató porque era suya. Y de nadie más. Bebo para olvidarla, pero entonces me miro al espejo y veo que mis ojos se han muerto. Y bebo más. Y olvido menos. Y luego has aparecido tú. Con esos ojos. Puede que aguantar un rato más haya merecido la pena.

(Apura el vaso. Lo deja de golpe sobre la barra. La mira sonriendo. Y se desmaya mientras cae al suelo).

jueves, 13 de febrero de 2014

Sin término medio

Aniquilaba ciudades con una sonrisa.
Tenía unos ojos que te mordían
los fantasmas del alma 
todos los 13 de febrero. 
Del año que él quisiera.
Con su lengua firmaba guerras
en todos los "déjame en paz"
de cualquier par de piernas bonitas de Madrid.

Tiene las carcajadas ordenas
por orden alfabético de ausencias
y las saca a pasear todos los domingos,
que no estaba conmigo.

Dice que su habitación solo huele a semen
y al perfume de todos los amores
que no tuvo.
Que está llena de libros
y de los trozos de todos los espejos
que debería haber roto
y no lo hizo.

Quiere estar junto a alguien
aunque sea a pedazos
a rotos
pero nunca a ratos.
"Tengo equilibrio,
pero no término medio"
me dice
y suspira.
"A veces mis monstruos
ganan la partida.
Otras, simplemente abandono".

Hace tiempo que vive con el corazón
escondido
detrás de una máscara.
Y que hace años
que sufre
una sensación de ahogarse
viendo como el mundo toma aire.

Emocionalmente es un volcán
pero de vez en cuando
le gusta
hacer sentir ese calor
a algún que otro cuerpo.

jueves, 6 de febrero de 2014

La historia de un niño que se hacía llamar 'Misterio'

Érase una vez un niño, que parecía tan normal y tan corriente como cualquiera. Salvo por una cosa, nadie sabía su nombre, nadie sabía quién era ese niño. Él mismo se hacía llamar 'Misterio', porque es lo que prentendía ser para los demás.
'Misterio' había visto y vivido mucho, era un viejo con rostro de niño. Había visto tanto horrores.. Especialmente uno, la devastación que podía causar el amor; así que tomó una decisión que determinaría su vida para siempre: cogió su corazón y lo ató con mil cuerdas dentro de su pecho, lo amordazó, lo silenció, lo aisló.
El niño 'Misterio' pensó que con esto, no tendría sentimientos y que por tanto, no sufría. Al principio todo fue bien pero, poco a poco, 'Misterio' se fue volviendo indiferente a todo. No sonreía de verdad, no lloraba, no sentía absolutamente nada. Pero no le importaba, él se creía invulnerable, porque llegó a conocer todos los secretos y debilidades de los demás.
Pero un día la madre de 'Misterio' cayó gravemente enferma. Nadie sabía nada, nadie quería ayudar. El niño 'Misterio' no sabía que hacer, su madre era la razón de su existencia, antes se corazón latía por ella. 'Misterio' creyó volverse loco, se llamaba así mismo cobarde por no poder afrontarlo.
(...)
Tiempo después su madre se recuperó. Y quiso agradecer a su hijo el haber estado con ella. Y cuando lo encontró deseó no haberlo hecho. El niño 'Misterio', su pequeño hijo con alma de niño, se había suicidado. Él no había encontrado la forma de afrontar la grave enfermedad de su madre. No tenía forma de sacar todos esos sentimientos porque se había amordazado el corazón y éstos le estaban afixiando. Y finalmente, en un ataque de locura, se había arrancado el corazón, intentando sacar todo aquello que había intentado reprimir dentro.
La madre de 'Misterio' lloró su muerte mucho tiempo, pero intentó enseñarle a todo el mundo lo que la muerte del niño había significado: que era imposible escapar de los sentimientos, porque tarde o temprano acababan saliendo y podían hacer el doble de daño.

domingo, 19 de enero de 2014

Tus días de viento

El problema es que contigo siempre construyo palacios de naipes los días de viento.
Acércate y mira el palacio que te he construido. La reina de corazones se enamoró de un soldado cualquiera. ¿y qué? He visto mayores imposibles cumplirse.
En mi palacio son las princesas las que matan dragones. Son los príncipes los que esperan melancólicos en las torres el regreso de ellas de sus terribles gestas. Princesas genocidas de dragones que lo único que han hecho mal es nacer con el alma de fuego y alas.
.. Alas. ¿Quién las tuviera? Creo que hacen falta más Ícaros en este mundo. Soñar con volar olvidando el suicidio, que es caer con las alas derretidas.
Es caer y caer y caer. Como mis castillos de naipes en tus días de viento.
No entiendo qué problema tiene la gente con el viento. Creo que no hay mayor expresión de libertad que el pelo revuelto gracias a él. Pero eso depende del tamaño de la celda de cada uno, claro.
Bueno, tú sigue con tu viento y déjame a mi las cartas, los castillos, los príncipes, dragones y princesas. Y sobre todo, mis ganas de soñar contigo.

lunes, 13 de enero de 2014

Veo

Veo Madrid y veo gente. Gente y más gente con caras de alfombra. Gente vencida con un desgastado 'bienvenido' pintado en la cara. Falso. Total, ¿quién querría ser bienvenido a una tormenta ajena?
No es que hayamos pasado un invierno, es que el frío de nuestros corazones se ha hecho cuidad.
Y entre tantos rostros de felpudo yo he encontrado un ángel. Tiene la sonrisa del Diablo y su corazón esta enterrado en una isla.
Le gusta la cerveza casi tanto como un buen libro. Le dije 'te quiero' y me abrazó. Me dijo que los ángeles estrellados como él no me podrían querer. Supongo que sí que es verdad que es un poco diablo.
No sabe que esa sonrisa es como el tiro de gracia, el de 'sí, he apuntado, disparado y ahora voy a dejar que te desangres'. Porque me quieres. Así entiende el amor mi ángel.
No entiende que yo podría hacer arden Madrid hasta hacer desaparecer este invierno de todos los corazones de rostros de felpudo. Tampoco entiende que podría recibir mil tiros de su sonrisa por un beso. Lo sé, yo tampoco podría entenderme.
Supongo que al final y al cabo, mi ángel no es tan ángel, puede que no sea ni un chico malo con una sonrisa tentadora.
Lo que sé es que el pecho tengo heridas de sus sonrisas y ningún beso suyo a la vista.

miércoles, 1 de enero de 2014

Se baja el telón. Fin de la función

A veces me siento como si fuera una simple espectadora en un teatro. Una más sentada entre la gente. Viendo representada una historia, mi vida. Lo suficientemente cerca para apreciar los detalles, pero como espectadora, sin formar parte de la función. Con esto quiero decir, que me siento un poco como si nada me importara. Tanto como si en mi teatro se está representando una tragedia o un monologo. Esta función ha durado un año, casi podría que han pasado unas dos mil trece cosas. De algunas me arrepiento. Pero tengo que decir que ha sido un balance positivo. Y que he aprendido mucho. Muchas cosas. He aprendido que Bruselas está más cerca de Madrid de lo que parece. Y que el regalo de navidad puede ser ver a una persona. También que Tenerife está a dos abrazos de distancia, sobre todo con esa sonrisa que tiene Lidia. He aprendido que hay gente que llega y que por su propia fuerza (u orgullo) ella misma se marcha. No te preocupes, de ti solo echo de menos las magdalenas de vainilla. También que hay corazones de ojos verdes que a veces solo hay que recordarles que sigan luchando. Porque han nacido para ello, para luchar. Con Kike he aprendido que todo el cariño del mundo se puede transmitir con un beso en la frente. De Laura, que lo bueno siempre llega, porque ella llegó; a mi. Aunque me gusta pensar que yo iba a la deriva y ella me recogió. Gracias a Cachi y a Jorge he aprendido que los tabús son para gente tímida, que la vida hay que vivirla y si es a lo loco, mejor. Ahora también sé que la locura lleva la sonrisa de Sara. Y que no se desgasta por (d)años que pasen. Iván me ha enseñado que en absolutamente todo se esconde algo de humor. Y que hay que saber encontrarlo. He aprendido que hay hermanas que no son de sangre y que se esconden en Elche. Que en Sevilla se esconde un amante del cine y de la revolución. He aprendido que hay madrileñas exiliadas en Galicia a las que echar de menos. Y un gallego que me enseña que a veces, echar de más a ciertas personas, no es malo. He aprendido que la dulzura se puede unir a una voz bonita y esconderse por Badajoz. Nieves me enseña que hay que saber quererse y querer, querer mucho. Y de los lazos de sangre he aprendido, y aún sigo con ello, que esos lazos solo sirven para ahogar. Que mis verdaderos padres son mis abuelos y que no he sabido apreciarlos lo suficiente. He aprendido a ver Madrid con otros ojos. A usar, para reconstruir ruinas, un poco de poesía. A dejarme llevar por los impulsos. Que los mejores viajes son los que van casi improvisados y con prisas desde las siete de la mañana. Que si tengo que volver a algún lugar es a Fuengirola. He aprendido que la nostalgia es un golpe en el pecho difícil de explicar. Que se puede echar de menos abrazos de gente que está lejísimos y que quizás no vaya a ver nunca. Como espectadora de mi vida he visto mucho, he sonreído mucho y llorado algo menos. Pero he aprendido. Y con ello(s) me quedo.