sábado, 30 de noviembre de 2013

Daños IV

(resubida)

O le echas cojones o le echas de menos.

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Me ahogo todas las noches en el vaso de agua que te olvidaste en mi mesilla.

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Cuenta la leyenda, que la piedra del camino también sangro.

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Hay gente que tiene su propia luz y como un tintineo, de cascabeles. Si lo oyes en mi, no te confundas, son los pedazos de todos los espejos rotos, que en mi interior, chocan entre ellos (y cortan).

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-Lo nuestro tendría que haber sido amor a primera vista y no asco.-se dijo mirándose al espejo.

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Tenía las ventanas de su casa pintadas con acuarelas, para colorear sus días grises y que el sol llenara de colores su cama.

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Me dijeron que la mayor expresión de amor es la del Sol, que muere todos los días para dejar salir a la Luna.
Yo lo veo al revés, mira todo lo que quiere la Luna al Sol, que se esconde todas los días para que él pueda brillar.

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He hablado tantas veces de la autodestrucción que ya nos hemos hecho viejas amigas. Y mira que es perra. Se ríe y me mira como el que sabe que va a ganar una partida de póker porque ha aprendido a contar las cartas. Con arrogancia, con superioridad. Porque siempre vuelvo.
Doler por inercia, como el que se asoma demasiado a un abismo y sabe que va a caerse. Y le da igual. Supongo que el dolor no es más que eso: un grito que sólo tú oyes pero que resuena en todos los oídos y llora en todos los ojos. Y que ríe en todos los reflejos. Y sangra en todos los puños.

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Todos mis puntos cardinales son amoretones. Es como tatuarse una brújula después de haber perdido el norte. Un intento a la desesperada cuando ya estás cayendo, mientras se oyen las risas de fondo de todos aquellos que se han ocupado de entregarte la pala para que caves tu propia tumba. Y luego te dieron la idea que las cosas hechas por uno mismo, están mejor hechas. Y cuando ellos dejen caer el primer puñado de tierra sobre ti, te darás cuenta, tarde, de ellos hicieron la tumba para ti y tú, ajeno a las maldades, te metiste dentro.